El príncipe Enrique, nieto de la reina Isabel II, y su prometida, Meghan Markle, han elegido rosas blancas, peonías y dedaleras como adornos florales para su boda, que se celebrará el 19 de mayo, informó hoy el palacio de Kensington.
La florista Philippa Craddock será la encargada de los arreglos florales en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, a las afueras de Londres, donde la pareja contraerá matrimonio.
Las flores procederán de jardines de las residencias de la corona británica y también del parque de Windsor, precisó el palacio.
Según los medios, la peonía es una de las flores favoritas de la ahora exactriz estadounidense, al haber escrito en su antigua cuenta de la red social Instagram que le hacían “infinitamente feliz” e incluso llegó a colgar una foto de un ramo de estas flores poco después de empezar a mantener una relación sentimental con Enrique.
Craddock estará a cargo de dirigir a un equipo de floristas de la capilla de San Jorge y del palacio de Buckingham, residencia oficial londinense de la familia real, para crear los arreglos de flores.
El palacio de Kensington ha puntualizado que el diseño reflejará el paisaje natural del que proceden estas flores.
Craddock, que tiene su estudio en el barrio londinense de Fulham y una tienda de flores en los grandes almacenes londinenses Selfridges, dijo que se siente “hornada” por haber sido elegida.
“Trabajar con ellos ha sido un absoluto placer. El proceso ha sido de mucha colaboración, fluido, creativo y divertido”, añadió.
“El diseño final les representará a los dos como pareja, que es algo que yo siempre busco alcanzar en mi trabajo”, dijo Craddock.
Esta florista empezó su trabajo hace nueve años, y ha hecho arreglos florales para palacios y museos, además de haber colaborado con la versión británica de la revista Vogue.
Después de la boda, la pareja distribuirá las flores a distintas organizaciones benéficas.
Cuando los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, se casaron en 2011, se creó una especie de “avenida de árboles” en la Abadía de Westminster, en la capital británica. EFE
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