Seis años tenía Sebastián Ligarde retirado de la actuación. Cuatro décadas de carrera, 90 películas y una veintena de telenovelas bastaron para que el otrora villano de dramáticos como Quinceañera y Pecados ajenos , se alejara del medio y se dedicara a la docencia.
Solo un papel logró revertir su decisión: el protagónico de Demente , Raimundo Acosta, inspirado en Edmundo Chirinos. La serie, que Venevisión emite de lunes a viernes a las 11:00 pm, es una versión del libro Sangre en el diván , de la periodista Ibéyise Pacheco.
Demente cobra, además, una importancia especial para Ligarde, dado que fue la última oportunidad en la que compartió con la actriz Lorena Rojas, quien falleció en febrero.
—Antes de interpretar al psiquiatra Raimundo Acosta ¿conocía del caso de Edmundo Chirinos?
—No, no sabía nada. Me lo ofrecieron por teléfono, fui a la reunión, me contaron su historia. La verdad es que fue un personaje triste en la historia de Venezuela. Sin embargo, para un actor es un personaje fabuloso porque era un verdadero psicópata en el sentido médico de la palabra. Me encantó la idea. Inmediatamente me imaginé como él. Al mismo tiempo sentí una enorme responsabilidad hacia Venezuela, por toda la crítica que podía recibir.
—¿Por qué decidió regresar a la televisión con este personaje?
—Me había retirado de la actuación, estaba cansado de hacer el mismo tipo de televisión. Me había dedicado a mi escuela, de la que comenzaron a salir protagonistas exitosos como William Levi y Jencarlos Canela. Cuando recibí la propuesta, solté mi retahíla de condiciones: no me interesaba si no era un personaje trascendental, tenía que salir a las 5:00 de la tarde, entre otras cosas. Cuando me dijeron que era el protagónico me quedé con el ojo cuadrado, porque era la primera vez que una persona de mi edad lideraba un reparto en la televisión hispanoparlante de Estados Unidos. Me emocionó la caracterización.
—Sin embargo, Raimundo Acosta no se parece físicamente al doctor Chirinos.
—Sí, la producción no quería que me pareciera a él, aunque yo estaba encantado con la idea de estudiar hasta el acento venezolano. Demente es, ante todo, una adaptación libre y no una biografía, por eso no lleva su nombre.
—¿Leyó Sangre en el diván"
—Sí, claro. Él era un personaje lleno de matices: candidato presidencial, rector de una de las universidades más importantes de América Latina, prestigioso psiquiatra, depredador sexual y asesino, con una personalidad encantadora. Me imaginé interpretándolo. Siempre me han dado papeles de psicópata, mis personajes han tenido cierta dualidad, pero la realidad supera la ficción. Vi hasta sus entrevistas y pensaba: ¿cómo es posible que alguien tan educado, socialmente correcto, encantador y confiable pudiera ser tan brutal y misógino.
—¿Cuáles fueron las dificultades de interpretarlo?
—Desde mi postura interpretativa me pregunté, incluso, cómo manejar el encanto de un político en campaña, porque eso es algo que nunca había hecho. Tenía que ser simpático, con una sonrisa auténtica, enamorar aunque de mentiras. Eso me daba una gama nueva interpretativa y la misma brutalidad del personaje, el asesinato. Antes hice de asesino con pistolita, pero este era otro tipo de criminal. Entré con reservas, lo confieso. Este personaje era casi esquizofrénico, iba de rojo a verde, de enamorado a bestia, tenía unos cambios radicales de emociones. Eso era lo más complicado para mí, que eso fuera creíble.
—El estreno de Demente en televisión abierta fue una sorpresa, dado las leyes que regulan el medio.
—¡Sí! Y me encanta que se esté viendo allá. Estoy con un nervio tremendo, no quiero defraudar a los venezolanos porque esta es una historia de ese país. Además, lo asumo de manera muy humilde y en un momento sentí que debía pedir disculpas por interpretar a un venezolano cuando allá existen tan magníficos actores. Lo trabajé desde el respeto, con mucha dignidad.
—Además, trabajó en un equipo con muchos venezolanos, incluyendo al director Abraham Pulido.
—¡Y fue una experiencia tremenda! Tengo un altísimo respeto por él, quedé embobado con su energía. También con Ibéyise, quien demostró una entrega absoluta a esta historia. Todo ese equipo estaba lleno de amor, de pasión. Se cuidaron los detalles. La calidad de imagen, los sets, eran de cine. La inversión fue importante. El producto es de alta calidad.
—Este fue también el último trabajo con Lorena Rojas. Usted compartió muchos años con ella.
—Lorena y yo éramos muy allegados. Cuando mi hija se enfermo de cáncer, fue mi hombro para llorar y entenderme. Lo más increíble fue que ella estaba muy enferma y no dijo nada a nadie. Ya tenía metástasis cuando comenzamos a grabar la serie. Y no dijo nada. Trabajaba 14 horas diarias, de lunes a sábado, nunca demostró un dolor, nunca se quejó. Era dueña de un profesionalismo impecable, manejaba su oficio a la perfección. Ella sabía que era su último trabajo. Nos dio una lección de cómo se debe vivir y cómo se debe morir: con valentía, sin quejas, viendo el lado positivo.
Demente
Venevisión
Lunes a viernes, 11:00 pm
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