“Mi mayor miedo es morir sin que nadie conozca alguna contribución que haya realizado a la música creativa”. Amy Winehouse fallecida el 23 de julio de 2011, a los 27 años
“Amy”, el documental repudiado por el padre de la famosa cantante inglesa y su pareja, es un retrato melancólico de una triunfadora con pies de barro y extraordinarios poderes para cantar y componer. -
"Amy”, el documental que triunfó en Cannes, plantea una pregunta inquietante: ¿Qué se puede contar de nuevo sobre una celebridad del siglo XXI? Como la de tantos famosos de la actualidad, la vida pública de Amy Winehouse se desarrolló en “prime time”, con el mundo entero mirándola. De alguna manera, hasta su muerte trágica parecía prevista, predestinada, asumida con antelación.
Cuando falleció, en julio de 2011, se pensó unánimemente que “la pobre Amy” había sufrido una sobredosis de drogas ilegales. Para sorpresa general, la investigación forense determinó que la causa inmediata fue una intoxicación aguda con una droga legal: había consumido una enorme cantidad de vodka.
Asif Kapadia, el director de “Amy”, se encontró con un dilema muy propio del tiempo presente: Disponía de demasiados documentos audiovisuales de la cantante, incluyendo mucho material nunca exhibido. El primer montaje de “Amy” duraba tres horas y los pocos que lo vieron aseguran que resultaba desolador.
Técnicamente, Kapadia tenía suficientes imágenes y sonidos de “Amy” para que ella pudiera contar sus vivencias en primera persona. Pero no bastaba: Aquello fue muy rápido y ella misma no entendía la aterradora experiencia que fue su profesionalización, coincidiendo con su entrada en la edad adulta. La película necesitaba otras voces: Amigos, familiares, asociados, doctores. Y todos ellos intervienen: La abundancia de filmaciones de Amy Winehouse permite que el realizador evite ese tópico de los documentales que es la sucesión de bustos parlantes.
Esa opción narrativa por parte de Kapadia también tiene sus peligros. “Amy” nos sumerge en una vida tumultuosa sin permitirnos ni reposo ni reflexión. Kapadia incluso refleja lo que pudo sentir la Winehouse cuando salía a la calle, fusilada por los flashes de los paparazis y los focos de los equipos de TV. La potencia del montaje de “Amy” esconde, sin embargo, un claro reparto de héroes y villanos. Mitch Winehouse no sale bien parado: El padre de la artista se presentó en la isla caribeña donde ella estaba intentando recomponerse... acompañado por un equipo de filmación, dispuesto a rodar un documental que se titularía finalmente: “Saving Amy” (Salvando a Amy). Fue Mitch quien decidió que su hija no necesitaba acudir a rehabilitación, inspirando de rebote la memorable canción “Rehab”, pero también facilitando que sus problemas crecieran.
Blake Fielder-Civil, el gran amor de la vocalista, queda retratado como un aprovechado, en todos los sentidos de la palabra: El dinero de su enamorada serviría para pagar el silencio del propietario de un pub al que Fielder-Civil y otros amigotes agredieron, un soborno que le ganaría una condena de cárcel.
Fuente: http://www.laprensagrafica.com/
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