La casa del fin de los tiempos viene precedida de un largo recorrido por festivales y muestras de cine de género, además de varios récords en su Venezuela natal: la primera película de suspenso y terror, la producción local más vista de la historia (cortó casi 625.000 tickets desde su lanzamiento, en junio de 2013) y uno de las primeras en trascender las fronteras estrenándose comercialmente en varios países, entre ellos la Argentina. La buena noticia es que detrás de todo eso también hay una buena película.

Dirigido por Alejandro Hidalgo, el film comienza en 1981, cuando una apacible madre (Ruddy Rodríguez, de amplia experiencia en el ámbito televisivo venezolano) se descubre tirada en el piso junto a su marido asesinado y con su hijo desaparecido. Recibe treinta años de condena en la cárcel y, ni bien sale, vuelve al lugar del crimen, desatando así una ola de recuerdos y apariciones fantasmales que le servirá para reconstruir los detalles de aquella noche.
La trama irá desandando los sucesos vividos por la familia alternando y entrecruzando temporalidades con coherencia y claridad. El film también muestra las tensiones entre los protagonistas (habrá un enfrentamiento entre hermanos, la relación amor/odio entre padre y madre), línea argumental que encuentra su principal filiación en los culebrones. Hidalgo tiene mano segura para que esa vertiente no empuje el relato a las redes del melodrama televisivo, convirtiendo a su ópera prima en un más que digno exponente de terror psicólogo.